
Lo primero que hice fue pararme aunque no lo crean. En ese momento no sentía nada porque la adrenalina que pasaba por mi cuerpo había anestesiado el dolor. Mis amigas no paraban de llorar y me llevaron a la clínica más cercana. Cuando llegue lo primero que hicieron las estúpidas de las enfermeras fueron echarme alcohol en todas las heridas que tenia en la espalda porque me había arrastrado por la pista y me las quemaron todas. Como cinco minutos después de que me recosté en la camilla no me pude volver a parar.
Sentía como si me hubiesen apaleado entre veinte personas y no podía poner mi cabeza recta en la almohada de el chinchonsaso que tenia porque me había caído de cabeza a la pista. Mis amigas no paraban de llorar en el carro y mi enamorado, pensando que todo era mentira, estaba en camino a ver que me había pasado. La peor parte fue llamar a mis papas y contarles lo que había pasado.
No pude caminar por una semana entera y tantas eran las pastillas que me daban para el dolor que me dio una gastritis de la patada que no paraba de vomitar. Nunca había sentido tanto dolor en toda mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario